sábado, 15 de junio de 2013

El final del día de ayer…

En un primer momento todo es una pelota de ansiedad que rota, a la que se adhieren multitud de recuerdos, reflexiones y acrobacias emocionales imposibles. Pesa, le falta cocina, hunde, siempre encuentra límites, es dulzón, es un horno averiado. Pero tras varios chasquidos consigue nacer una primera llama que en cuestión de segundos se apodera del cuerpo y la mente de uno. Basta estirar las piernas, asomarse a la ventana y, en definitiva, romper con la introspección. Se experimenta un inusitado bienestar.

Es justo aquí, un aquí en el tiempo que no podrías prever, manejar o definir, que el candor que has generado revienta la esfera con estruendos orquestales, y de la misma, comienzan a brotar centellas, fuegos artificiales, chorros, paisajes, imágenes, colores, escalofríos, frutos, secuencias, suspiros, melodías, tics; se perciben esencias de indiferente sea el espacio con el que coincidas, que será siempre el correcto; comulgas, por ende, con cada una de las decisiones que el orden natural de las cosas ha dispuesto para ti y las respetas, y las asientes; tratas de buscar la mejor manera de expresar este espectáculo que desfila ante tu atenta inexperiencia, pero mala suerte amigo, que te faltan las palabras, porque no las conoces, porque cuerpo y mente disienten, porque los sentidos están atados a lo efímero de su encuentro con la materia, porque mientras tratas de organizar el texto en tu mente no paras de repetirte una y otra vez que estás loco. Pero esta noche yo hago lo que me da la real gana. Se juega en casa. Estoy/soy Yo. Tiro los dados en la manera en que quiero y si la jugada no me agrada, ellos mismos vuelven al cubilete para ahorrarse la humillación del Paseo. Bailo delante del espejo y veo cosas que ahí fuera están prohibidas.

No puedo dejar de felicitarme por tener a la noche como amante, porque por ella saco lo mejor de mí. La amo por permitirme, por incitarme, por descontrolarme, por escucharme, por respetarme. Ella se mofa de mi pudor. En la gran mayoría de los casos agradece enormemente todas las sortijas con las que le sorprendo. Todos los días es joven, y en verano, desnuda, me abre un túnel de sentido único tapiado con locura y el mínimo de velocidad permitida es la fugacidad. Es posible que alguno de ustedes, disculpadme, de vosotros, también os estrechéis para poder en-gala-naros en el traje de gala día a día, pero la maravilla de todo esto que nos está pasando es que somos totalmente diferentes los unos de los otros y, lo más importante, que las moscas van hacia la luz a pesar de que se achicharren. Y luego se enorgullecen en los puñeteros mercados de tener cada mañana kilos de prudencia fresca, fresca, que la ley de la oferta y la demanda ha puesto en tan privilegiado lugar que su coste es menor que cero. Y tú probablemente repares poco, y este es el privilegiado trabajo para el que la noche tiene un don, en que eres una jodida musa. Que tus encantos están ansiosos por que tú les des una oportunidad de, primero, jugar con ellos y, segundo, sacarlos a bailar. Precisamente ellos son la princesa del baile y juegas muy mal tus cartas si intentas ir a por la amiga facilona de tu vecina. Deja que el desorbitado consumo de cartón piedra caiga en derroche. Mira por las cosas importantes. Nadie lo va a hacer por ti, porque, como te contaba algo más arriba mientras titubeaba tu atención, somos totalmente diferentes los unos de los otros. Brad Pitt y Angelina Jolie, por fortuna, son solo ellos, y aportarán lo que quieran aportar, yo aporto lo que tengo, otras cosas, cosas que no son insignificantes, en la mayor medida posible. Y para eso combato y para eso lucho, por eso, las batallas.

…Y en la noche todo puede pasar. Ella no te niega, aunque seas promiscuo con los desfases horarios. Pero su única condición es por todos conocida, cuando te despiertes al día siguiente ya no estará en tu cama o, con suerte, podrás verla desvanecerse sin que puedas hacer otra cosa que volverla a esperar durante horas. A que comprendemos que necesita su descanso. Aún queda un tiempo para que la mañana y yo tengamos una relación tan especial. Últimamente nos estamos conociendo a fondo, la cosa promete y en poco tiempo hemos llegado a un alto grado de intimidad, aunque la consecuencia es que cada vez vea a mi niña, la de las 21.30, muchísimo más radiante. Tendríais que verla aparecer. Viene precedida de una essssssssscandalosa sinfonía de fulgores y volantes hechos de cremas celestiales. Esta poesía que me enseña, que no recuerdo a la perfección ni sé cómo reproducir, trato de transmitirla después y, lo curioso de la tontería esta, es que me va dejando ver las cosas maravillosas que tenéis los demás. Así que,

Sin mayor pretensión que la de sincerarme, me mando a la cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario