miércoles, 14 de agosto de 2013
Las predicciones fallan.
El ser humano necesita predecir. Lo hacemos una y otra vez, y fallamos.
¿Cómo afrontar entonces el futuro? ¿Qué hacer para no paralizarnos? ¿Cómo gestionamos la incertidumbre?
La gran mayoría de nosotros acertaríamos con las predicciones cotidianas, pero no aportan información relevante. Sin embargo, alguien aún no sabe que mañana jueves le sonará el despertador a las 7.30, se levantará diez minutos más tarde y al ir a tomar un café se cruzará con un amor que transformará su vida. Este acontecimiento es lo que Nassim Nicholas Taleb denomina un cisne negro, es decir, algo inesperado y extraño, absolutamente impredecible y de un impacto tan extremo que cambia el rumbo y el devenir de la existencia. Desde la primavera árabe hasta la irrupción de Internet, pasando por cómo llegamos a conocer a la persona con la que hemos tenido un hijo. Da igual. Si pensamos en las cosas más significativas y relevantes de nuestra existencia, veremos que se tratan de auténticos cisnes negros, es decir, total y absolutamente impredecibles, fuera de todo plan o propósito previo.
Después de todo, y como hemos visto, es una auténtica suerte que aquellos acontecimientos importantes en nuestra vida sean impredecibles. Eso significa que cada día está lleno de posibilidades y oportunidades. Depende de nosotros, en cualquier caso, estar preparados para responder. Si pudiéramos predecir el futuro con más o menos efectividad, seríamos aburridos y, claro, predecibles. Pero no solo eso. Además habría objetivos que no nos propondríamos simplemente porque los prediríamos como imposibles.
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