martes, 20 de mayo de 2014

Querer no está de moda.

Solemos caer en el error de obsesionarnos con el pasado y dar vueltas una y otra vez a lo que hicimos mal y, todavía más, a lo que nos hicieron peor. Y me resulta triste. Hay tantas formas de querer en presente y malgastamos el tiempo, invirtiéndolo en intentar cambiar eventos inamovibles y añorar situaciones que ya fueron escritas hace mucho. La mayoría de las personas tienes la grandísima suerte de conocer y compartir grandes momentos en este mismo instante con padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, amigos y, cómo no, másqueamigos. Sin embargo, nos dedicamos a lamentarnos por cómo quisimos en un pasado y en pensar en qué habría sucedido si la suerte nos hubiese sonreído de otra manera, si la música hubiese sonado a otro ritmo, o si nos hubiesen dado una mano mejor con algún que otro as.

¿Por qué tanta obsesión con algo tan remoto como el pasado si ya está lejos?

Yo creo que la respuesta es sencilla: el presente da miedo. 

Es retador. Es difícil. Te da en las narices. De golpe. Es ese muro gigante contra el que te chocas. El que requiere escalarlo y sudar para conseguir llegar al otro lado. Ese.

Pero lo que más caracteriza al presente es que es el momento en el que menos información tenemos a la hora de actuar y eso complica la situación en el momento de decidir.

 ¿Cuántas veces decimos “si en el momento lo hubiese sabido habría hecho las cosas de otra manera”? El pasado es fácil porque controlas la situación. Sabes todo de él. Del ahora en realidad no sabes nada. Las decisiones las tomamos en base a corazonadas y después tiramos los dados, cruzamos los dedos y esperamos que todo salga bien.

Y por eso es más fácil decir que quisiste a alguien, no que lo quieres ahora. Lo que pasa es que para querer, en presente, hoy, ahora, en este mismo instante y no otro, hay que ser valiente. Hay que echar toda la carne al asador y lamentablemente eso no está demasiado difundido. Según nos vamos haciendo más mayores aprendemos, a modo de coraza, a idealizar las relaciones y momentos pasados, en vez de valorar lo que tenemos en la actualidad. Algunos directamente cambian lo que en verdad significó y lo que sucedió, mezclando una extendidísima imaginación, deseos frustrados y mentira poco original con mucha maestría y alguna que otra dosis de realidad, porque “sino sería inventárselo del todo”. Explotamos al pasado hasta que no le queda ni una sola gota de jugo, nos evadimos con él cuando lo consideramos oportuno y el pobre no tiene ni voz para quejarse.

Y es que cuando la realidad choca, recurrimos a este tipo de trucos, engañándonos tan solo a nosotros mismos. El problema es que la realidad es cruda pero, ante todo, es real. Y eso es lo importante que con demasiada frecuencia decidimos olvidar.

Es más fácil haber querido que querer en presente porque querer a alguien es mantener esa promesa cuando ya no te conviene. Es hacer que todas las palabras que algún día dijiste en estado de euforia máxima sigan teniendo el mismo sentido en los malos momentos. Es estar dispuesto a luchar hasta el final y poner las necesidades de otra persona muy por encima de las tuyas. Es decir adiós la egoísmo, al “yo y sólo yo”. Es no tirar la toalla en cuanto se avecina tormenta. No es sólo tragarte el orgullo, sino que es dejarlo tirado en la cuneta y abandonarlo para siempre. Sayonara, baby. Es convertir sus alegrías en las tuyas, e ir más allá, haciendo lo mismo con las penas, para bien o para mal. Es aprender a ceder y a olvidarte de la ley del talión. Es saber seguir tirando del equipo cuando haya una lesión. Es estar dispuesto a poner la otra mejilla, como mínimo.

Y sobre todo es dejar de decir “querer”, y transformarlo con el tiempo en “amar“. “Querer” para mí suena a infatuación, a posesión y deseo efímeros. “Amar” está en otro nivel, es entregarse. Querer se llegará a querer a un puñado o dos, pero amar, sólo se ama a una persona en la vida.

Y aunque perdamos el rumbo y nos repitamos lo contrario, no nos podemos olvidar del objetivo final al que todos aspiramos: amar en presente y futuro, y dejar de querer en pasado.

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